Cuenta la leyenda que el café fue descubierto por un pastor de cabras en Abisinia (Etiopia) quien constató que sus cabras al comer el fruto del café se volvían mas activas, vamos que se ponían “como cabras”. Esto sucedió hacia el 575 DC, desde entonces, el café y su consumo principalmente se han expandido por todo el mundo hasta convertirse en un producto de necesidad.
Hace seis años los productores cafetaleros no salían de su asombro al ver como el valor del fruto de su trabajo, el grano de café, se desplomaba en el mercado de futuros neoyorquinos. De aquella crisis subsistieron dos tipos de productores; Por un lado grandes productores junto con multinacionales dedicados a la producción masiva dejando a un lado la
Para conseguir esta calidad el pequeño productor, entre otras medidas, limito la extensión de la plantación a las zonas que reunían cualidades por la planta requeridas, altitud media entre 1200 metros y 1500 metros sobre el nivel del mar. Se dejaron de utilizar fertilizantes y se otorgo a la planta sombra natural mediante plantación de otros árboles junto con el arbusto del café. El objetivo: conseguir un café 100% orgánico.
Conseguir un buen grano es el primer paso, pero no lo es todo; el otro gran secreto de un buen café es otorgarle el tueste y molido adecuados o el que mas agrada al mercado al que va destinado. De esto se encargan catadores expertos, contratados por los pequeños productores, quienes como si de un vino se tratara analizan los sabores, aromas y matices que aporta una variedad de grano determinada con un tueste y molido concreto.
El último paso depende de nosotros, el consumidor final. ¿Cómo preparamos nosotros éste café? ¿Lo hacemos correctamente? ¿Cómo sacar el mejor partido del café que he comprado?....
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